
Sabia perfectamente que poco a poco se estaba enamorando de él, lo notaba. Sus ojos parecían encenderse como cual vela cada vez que se cruzaban con los suyos, y yo, en medio, sentía como mi corazón bombeaba constantemente tristeza. Me di cuenta de que siempre habia vivido encarcelado dentro de su delicada sonrisa; conseguí salir por un tiempo, pero habia vuelto a caer al verla lejos de mí. El reloj parecía entrar en guerra con el tiempo cuando ella no estaba, ya que las horas se resistían a pasar torturando a mis sentimientos, que se desvanecían al ver como no podrían encontrar jamás la llave de su corazón, pues siempre se empeñaba en cambiar de cerradura. Traté de poner remedio a mi amargura, pero el llanto seguía riendose de mi sonrisa constantemente. Así, al saber que era imposible olvidarla, me propuse volver a decirla lo mucho que ansiaba con poder pintar su corazón con la acuarela de mi amor, mojando el pincel de mi alegría, en las lágrimas derrochadas en cada una de las noches en las que no pude dormir, por el hecho de pensar en su hechizante figura. Pero no me atreví. Sabía con certeza, que no me serviría de nada hacerlo y que me tendría que conformar, al menos, con verla ser feliz junto a otra persona; aunque eso me condenase eternamente a llorar en soledad, a seguir riendome a su lado.