Maldigo la dichosa constumbre que tiene la suerte de aliarse con aquellos que no sienten nada. Hablo de los mismos que se toman la libertad de violar a las palabras que reflejan algún sentimiento, aquellos que mienten para aprovecharse y no sienten otra cosa que un inmenso ego y falta de respeto hacia aquellos que, realmente, si que saben sentir. Pero igual me equivoco y no es la suerte la que nos da la espalda a todos los que si sabemos querer, quizás sean las propias palabras las que lo hagan; quizás esten hartas de ser utilizadas por el engaño y por eso se nieguen a ser efectivas cuando son pronunciadas por los que verdaderamente valoran los sentimientos.
Pero en cualquier caso, lo que está claro, es que todas esas personas están muy equivocadas y aunque parezcan ser fuertes, su debilidad les acabará consumiendo junto con sus ganas de buscar la tan ansiada e inexistente perfección, porque no hay nada mejor que presumir de las virtudes, pero tambien de los defectos. En definitiva, que quede claro que solo buscan alcanzar la perfección los que se avergüenzan de sus defectos, y que la perfección no existe, puesto que desde mi punto de vista, en caso de existir, no sería nada más que el origen del fin de los sentimientos y conllevaría al exterminio del amor, pues nos enamoramos de lo bueno pero sobretodo de nuestros defectos y errores.